29.6.10

Novia

Hace mucho tiempo, yo tenia una novia buena y hermosa. Me amaba con una devoción tal, que no pude resistir la tentación de ser malvado. Me solazaba en la traición, en el capricho, en la impuntualidad, en la mentira gratuita.
Ella lloraba en secreto, cuando yo no la veía, pues sabia que su llanto me irritaba. Pero un día, un incidente que ni siquiera recuerdo, me despertó el temor de perderla. El amor crece con el miedo. Mi conducta cambió. Me fuí haciendo bueno. Quise pagar el daño que había hecho y empecé a vivir para ella. Le hacía el amor en todos los zaguanes, le cantaba valses de Héctor Pedro Blomberg. La llevaba a pasear por los lugares mas hermosos del mundo. Le imponía aventuras inesperadas. Me hice sabio y generoso solo para merecer su amor. Pero un día me dejó. -No te quiero más- me dijo, y se fue. Suplique un poco, solo un poco, porque era bueno. Después me puse a esperar la muerte sentado en un umbral. Al cabo de un tiempo, aparecieron los celos. Pensé que seguramente me había dejado por otro. Decidí averiguarlo. Indagué a los amigos comunes, pero todos afectaban un aire de trabajosa indiferencia. Resolví seguirla. Pasaba las noches acechando su puerta. Durante el día, me apostaba en la esquina de su trabajo. El resultado de mis pesquisas fue nulo, Mi novia se desplazaba por circuitos inocentes. Perdí mi empleo, mi salud y hasta mis amistades. Mi vida era una perpetua vigilancia.
Pasaron largos meses sin que nada ocurriera. Hasta que una noche la vi salir de su casa con aire decidido. Tuve el presentimiento de que iba a encontrarse con un hombre, tal vez porque estaba demasiado linda. La seguí entre las sombras y ví que se detenía en la esquina que yo conocía bien. Me escondí en un portal. Ella se detuvo y esperó, esperó mucho.

Cerca de una hora después, apareció un hombre alto, oscuro, soberbio. Algo familiar había en su paso. Ella intentó una caricia, pero él la rechazó. Inmediatamente comprendí que el hombre se complacía en verla sufrir y amar al mismo tiempo. Se trataba de un sujeto diabólico. Cada tanto, me llegaban ráfagas de una risa vulgar. No podia concebirse un individuo mas vil y detestable. Caminaron. Tomaron un rumbo que no me sorprendió. Al llegar a la luz de la avenida, pude ver que aquel hombre era yo. Yo mismo, pero antes. Con el desdén cósmico que tanto me habia costado borrar del alma, con la maldad de mis peores épocas. Con la impunidad de los necios. No pude soportarlo, pensé en cruzar la calle y pegarme una trompada, pero me tuve miedo. Quise gritar, ordenarme a mi mismo dejar tranquilo a aquella muchacha. Pero el imperativo no tiene primera persona y no supe que decirme. Se detuvieron un instante y pasé delante de ello. Ella no me vio. Yo sí me vi. Me miré con un gesto de advertencia. Despues los perdí de vista y me quedé llorando.
A.D.

3.6.10

Reflexiones tristes

Mucho tiempo ha pasado, y este espacio ha dejado de tener vida.
Creo que hoy es un buen momento para volver a escribir.
Mis amados lectores, mi gente amiga, esto es para ustedes y para todos nosotros. Un aviso importante, esto que escribí debajo no tiene revisión, porque quería escribir lo que sentía en un momento.
Aplaudo a quienes puedan ayudarme si encontraran errores de sintaxis, boludeces al por mayor o simplemente cosas que están de mas.


Reflexiones de un momento agitado

Creo firmemente (quizás influenciado por el Movimiento Zietgeist) algunas verdades sobre la naturaleza humana que quisiera compartir.
Según mi precisión cada uno de nosotros, cada ser humano es único e irrepetible. Y en eso radica quizás la más grande característica de la creación del hombre (no hablo en sentido religioso, por las dudas). Es en esa casi inoportuna comparación con el resto de nosotros que nos vemos únicos. No hay dos personas iguales, jamás las habrá. No hay en nuestra unicidad sino lo más bello y hermoso que podemos darle a otro ser humano. Esto es, nuestra identidad. Compartirla, profesarla, hacerla presente en cada uno de nuestros momentos es algo muy hermoso y también muy propio de cada uno.
Y creo también (para adentrarme en el tema que quiero compartir hoy) que es a partir de nuestro sentir como únicos e irrepetibles que el abandono y el olvido es quizás lo peor que nos pueden hacer.
Para expresarlo mejor, cuando una persona amada decide dejarnos para verse con otra persona, nos deja a nosotros únicos e irrepetibles. Eso genera un dolor tan grande porque evidentemente a pesar de este carácter que nos identifica y nos hace únicos, la persona amada decide por el motivo que sea dejarnos, apartarse.
El abandono es la expresión quizás más latente y al mismo tiempo más dolorosa de nuestra finitud y de nuestros límites como personas.
Incluso aquellos (como este humilde escritor de bolsillo) que no tienen demasiada autoestima sucumben ante el abandono.
Pero el abandono es constante, y quizás en otros planos nos duela aún más.
Como por ejemplo cuando nos abandonan los amigos.

No puedo dejar de decir (y muchos lo van a entender) que este post esta dirigidísimo, quizás no a una persona pero si algunos se llevan más laudos que otros.

No voy a dar lecciones sobre amistad, pues no creo yo ser el mejor de los amigos. He abandonado muchas veces y seguramente lo seguiré haciendo a lo largo del tiempo.
Pero si quizás hoy quiero escribir, con dolor y tristeza, sobre algo que parece ya definido.

Como venia diciendo, somos únicos e irrepetibles. Así lo son también las formaciones sociales de las que somos parte.
No hay dos grupos de trabajo iguales, no hay dos grupos de estudio iguales y quizás lo más importante: no hay dos grupos de amigos iguales.

Un grupo de pertenencia como el de la amistad, que tiene sus propios códigos, sus propias leyes, sus propios lugares, y ese grupo de pertenencia debería siempre sentirse a gusto y cómodo bajo esas pautas, bajo esas “cosas” que los rodean.

Nosotros (y con esto me refiero por sobretodo a los Mismos de Siempre) supimos conseguir eso a lo largo del tiempo.
Teníamos nuestros códigos (malditos casi siempre pero estaban), nuestras reglas, nuestros momentos de acompañarnos y algo que era quizás lo que permitía que nuestra meta de vida pudiera ser realizada: nuestro lugar de pertenencia.

Ese lugar de pertenencia que nos hacia sentir unidos (a nuestra manera). Ese lugar que no solo era el que nos dejaba cómodos para juntarnos a tomar cerveza, o a hacer otras cosas que creíamos convenientes. Ese lugar era especial porque era como una cancha de futbol para un hincha. Como el lugar que no era nuestra casa, pero que tenía un aire familiar, casi hogareño, casi nuestro (como grupo).

Pero uno quizás no ve eso hasta que lo pierde.
Seguramente muchos de ustedes han entrado a un lugar que recordaban con mucho amor y cariño y lo sintieron ya no propio. Ajeno, aunque las cosas no hubieran cambiado. Ni siquiera un plato o un vaso de lugar, o algún cartel de fiestas pasadas. Todo era igual, pero distinto. El aire no era el mismo, las miradas eran frías, casi desconocidas. Era ese lugar y no lo era.

Ayer llegue al cumpleaños de Juani. Al mismo lugar que alguna vez nos supo reunir como Los Mismos de Siempre. Aquel lugar de risas, pero también de llantos. De alegrías y borracheras, pero también de momentos de tensión y agresión.
Que cambiado estaba.
Y lo digo casi suspirando. Hacia 6 meses que no había estado ahí, y les puedo asegurar que nada de su forma física era distinto. La misma mesa, la misma heladera mugrienta, los mismos carteles boludos que puso Logan para su cumpleaños (en Julio del año pasado), los mismos vasos, ceniceros, ventanas, puertas, paredes, cortinas, y así podría seguir durante horas describiendo un lugar que realmente después de mi casa, creo que fue el lugar donde más tiempo pase en mis cortos 24 años.
Creo que es de esos lugares que con los ojos cerrados uno puede observar y transportarse con facilidad.

Todo era distinto. El aire, las miradas, las caras, los gestos. Me sentí en otro lugar, un lugar nuevo, al que había entrado por primera vez. Y ahí es cuando recordé cuando había sido la ultima vez que había estado. Hacia 6 meses. ¿Y antes? Ya no lo recordaba. Y ahí me volvió a asaltar una tristeza extraña. Sentí (y creo que aunque pocos puedan reconocerlo fuimos varios los que lo sentimos) que ya no era parte de esa nueva realidad.

No es esto para echar culpas, ni para exponer nada a nadie. No se porque sucedió, solo se que deje que pasara. Creo que fui cómplice y que yo mismo fui un culpable en esta nueva realidad.

Algunos Refutadores de Leyendas me dirán que la vida es así, que las cosas pasan y la gente crece. Que quizás sea el momento de crecer. Yo como Hombre Sensible que creo ser les diré que no. Porque extraño esos momentos inigualables y creo con sinceridad que todo en la vida puede ser mejor y que una actualidad de esos viejos momentos hoy puede ser vivida.

Cierro los ojos un momento. Pienso, y nos veo ahí.
Tantos momentos juntos y tantas cosas. Momentos que quizás por respeto o porque son muy míos no puedo enumerar. Ustedes piensen en esos momentos con su gente y sabrán del tenor emotivo del cual les hablo.
Abro los ojos, y veo como esos mismos momentos se van alejando, borrando, y no hay nada más doloroso que ver como ese grupo ÚNICO y su vida va muriendo.

Yo se que la vida no es cíclica, sino que es lineal (como el tiempo), y se que esta realidad de la cual hoy hago mención tal vez mañana ya no sea de mi interés o de mi trascendencia.

Yo se que no fui al único que le paso eso, y al vernos ahí afuera, tomando frío y champagne, hablando como lo hacíamos siempre y no verlo a él, con nosotros, fue doloroso. Verlo adentro, sentado, casi aburguesado, casi irreconocible, casi siendo otro. Siendo feliz sin nosotros, siendo quizás una persona más “responsable”, viendo como su camino y el nuestro se fue alejando, sigue en mi cabeza.

Y creer que quizás esto es culpa de muchos de nosotros mismos, y creer que quizás sea una de las ultimas veces que nos inviten a un cumpleaños, y tantas otras cosas que puedo llegar a analizar ahora no hacen más que generar dolor, tristeza y un sentimiento de “¿como perdimos esto, como dejamos que esto pasara, como no hice este análisis antes?”.

Mis hermanos, yo tengo miles de errores como persona, como hombre, como ser humano, y creo que jamás por más buena voluntad voy a ser el hombre ideal ni el hermano ideal ni el amigo ideal. Solo quiero que sepan que hoy tengo esta reflexión para compartir. Y que con mucho dolor me siento sin mi lugar de pertenencia. Lo extraño a él y a su dueño, creo igual que lo perdimos, por un buen tiempo, hasta que quizás todos nos sinceremos.

Brindemos, alcemos nuestras copas. Porque la vida sigue y yo creo que podemos pensar un poco, y podemos reflexionar. No es un momento de arrepentimiento, sino de reconocimiento, hicimos lo que hicimos, capaz estuvimos mal, capaz no. Como dijo Fidel Castro: “la historia me juzgará”.

Un abrazo revolucionario a todos, espero alguno se tome la molestia de comentar algo. “Un saludo a los Mismos de Siempre, tengan cuidado hay mucho garca dando vueltas y si no nos vemos, nos cojemos”

Niño